EL ESTADO ESPAÑOL CONTRA MIRANDA
EL ESTADO ESPAÑOL CONTRA MIRANDA
Espía, mentiroso y precursor de la independencia de América Latina. Las formas de definir a Francisco de Miranda son equiparables a la ingente cantidad de peripecias que vivió a lo largo de su extensa vida. Con todo, si hubiera que resumir su existencia habría que decir que fue un español nacido en el Nuevo Mundo que no dudó en combatir a las órdenes de Carlos III convencido de la bondad de la Corona. Así, hasta que se cambió de bando y luchó contra España en favor de la emancipación de las colonias americanas. Una decisión que le granjeó llegar a Venezuela como un héroe y ser nombrado general de su Primera República. Sin embargo, hablar de él también es hacerlo de sus últimos años, los más trágicos. Y es que, tras firmar un armisticio con los españoles como líder del nuevo país, fue traicionado por su viejo amigo Simón Bolívar, entregado a Fernando VII por los venezolanos que tanto le habían amado y, finalmente, murió en una prisión ubicada en Cádiz.
La historia de Francisco de Miranda (más conocido como «El precursor» por ser uno de los primeros que pensó en la existencia de una gran Colombia unida) vuelve a estar estos días de moda debido a que, el pasado 14 de julio, se celebró el bicentenario de su muerte. Una fecha que la Casa de América de Madrid ha querido conmemorar con una exposición dedicada a su vida (todavía visitable) y una conferencia celebrada la semana pasada en la que participaron Manuel Lucena Giraldo (historiador, agregado de educación en la embajada de España en Colombia y autor de «Francisco de Miranda: la aventura de la política») y Juan Carlos Chirinos (escritor venezolano y autor de «Miranda, el nómada sentimental»).
De espía a fugitivo
Tras la toma de Pensacola la carrera de Miranda se vio impulsada por Cagigal, quien fue nombrado gobernador de Cuba por las gónadas que le había puesto al luchar contra los «british». Así fue como, en 1781, su amigo envió a nuestro protagonista en dirección a Jamaica (una de las últimas ciudades de importancia bajo mando inglés en el Caribe) para organizar un intercambio de prisioneros. Más concretamente, de unos 800 partidarios de España, por un número similar de anglosajones. Al menos, esa fue la excusa oficial. La realidad era que Francisco fue elegido para ejercer de espía al servicio de Su Majestad y su objetivo verdadero era, por un lado, elaborar un mapa de la región y, por otro, descubrir cuáles eran y donde se encontraban las defensas de sus enemigos. A pesar de que su labor como agente fue impecable, mientras Miranda andaba en tierras jamaicanas empezaron a llegar desde Madrid una serie de denuncias contra él.
Y es que, en los siguientes meses se acusó a Miranda de dos traiciones contra España que, a su vez, se sumaron a un juicio que la Inquisición había iniciado contra él tres años antes por leer libros prohibidos. «Tuvo que enfrentarse a todo tipo de intrigas y denuncias. Le acusaron de que, en junio de 1781, permitió visitar las fortificaciones de La Habana al general inglés Campbell», se explica en la obra. A su vez, se le imputó intentar introducir en Cuba una serie de mercancías de forma ilegal. Es decir, ser un contrabandista. Algo infundado ya que había obtenido permiso para vender esos productos como recompensa por sus servicios. Sin embargo, parece que las autoridades españolas no opinaron lo mismo y se las confiscaron. Posteriormente se ordenó su arresto a pesar de los servicios prestados al rey.
¿Qué hizo entonces? Salir navegando -con ayuda de Cagigal- a todo trapo hacia los Estados Unidos allá por julio de 1783. «Se vio envuelto en una trama de corrupción y, antes de afrontar un juicio, escapó y desertó. Lo irónico es que las ultimas investigaciones afirman que, de acuerdo con el juicio, muchos años después fue absuelto de los cargos de corrupción. ¿Entonces por qué desertó? Porque sabía que tenía difícil defenderse. Se vio obligado a huir porque sabía que había unos manejos de dinero difíciles de justificar. Fue un ilustrado selecto en términos de lecturas y supo inmediatamente que en la trama había una serie de pruebas que podían ser discutibles y quitarle la razón» explica, en declaraciones a ABC, el historiador Manuel Lucena Giraldo. Su objetivo no era otro que evitar la justicia del mismo rey al que había servido con total determinación.