1780-1783: UN SOLDADO EN EL MAR CARIBE

A más de doscientos años de distancia, los factores que impulsaron
a Francisco de Miranda y Rodríguez1 a salir precipitadamente de
Cuba y abandonar el ejército español, en una veraniega mañana
de junio de 1783, aún guardan vestigios de la incógnita que rodea
a todo hecho de trascendencia histórica.
A su llegada a este territorio, en agosto de 1780, Miranda ya acumulaba
más de una década en el ejército ibérico, sirviendo tanto en la península
como en posesiones hispanas en África. En este periodo, si bien
su desempeño personal y profesional se caracterizó por expresiones de
inconformidad y rebeldía, no mostraba señales que permitieran presagiar
que durante su posterior estancia en Cuba sus relaciones con el gobierno
español se tensarían al límite, al punto de iniciar un proceso de irreversible
distanciamiento.
1 Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez Ravelo y Espinosa nació el 28 de marzo de
1750, en Caracas, Venezuela. Con 21 años de edad se trasladó a España con el objetivo
de ingresar al ejército. Entre 1780 y 1783 sirvió en el Caribe, como parte de las tropas
españolas que participaron en la guerra de independencia de las colonias inglesas en
Norteamérica. En este último año, una vez alejado del ejército español, emprendió un
periplo que lo llevó a Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y otros territorios asiáticos y
europeos, al tiempo que planeó y lideró varios proyectos para alcanzar la independencia
de Hispanoamérica. Fue apresado en Venezuela, en 1812, al término de la I República
que se había instaurado en ese país dos años antes. Murió en una cárcel de Cádiz,
España, el 14 de julio de 1816.

Estas circunstancias históricas convierten al trienio cubano de Miranda
en un punto de giro esencial para su vida y en el contexto donde se fraguaron
las condiciones que permitieron el inicio de las más importantes
etapas de su trayectoria política.2
A pesar de su importancia, historiadores como Bencomo (2000), Nucete-
Sardi (1956), Spencer (1967) y Salcedo (1981), le otorgan nula o baja
importancia a su estancia en Cuba y el Caribe, y resaltan su desempeño a
partir de 1783, cuando comenzó un intenso recorrido que lo llevó a los
nacientes Estados Unidos de América, parte de Asia y Europa. Respecto
al trienio anterior, Salcedo y Nucete-Sardi, por ejemplo, sólo conceden
relevancia a la presencia de Miranda entre las tropas españolas que se
enfrentaron a Inglaterra por la posesión de La Florida, en 1781.3
Otros autores, como el destacado historiador Parra-Pérez (1988),
también hace énfasis en el impacto que tuvo en el ideario mirandino su
paso por Estados Unidos, entre 1783 y 1784, sin ponderar con suficiencia
los acontecimientos anteriores a su llegada a este territorio.
De otra parte, historiadores como Córdova (1954), Laútico (1961),
Pérez-Cabrera (1950), Bohórquez (2003) y Guerra Vilaboy (2006), le otorgan
significativa importancia a la estancia de Miranda en Cuba. A este respecto,
señalan varios factores que incidieron en su trayectoria, como su
participación en misiones militares, el enfrentamiento con autoridades
2 A juicio de este autor, la trayectoria política de Miranda puede estructurarse en cuatro
etapas fundamentales. La primera comienza con su llegada a España en 1771, con
el objetivo de ingresar a las armas reales, y cierra con su precipitada salida de Cuba
en 1783, tras haber comenzado a separarse del gobierno ibérico; la segunda etapa
inicia con su recorrido por Estados Unidos en este último año y se extiende hasta
1790, momento en el que Miranda da por concluidos sus viajes a través del mundo
y encamina todos sus esfuerzos para lograr la independencia de Hispanoamérica. La
tercera se corresponde con el inicio de estos proyectos y gestiones emancipadoras
en Europa y Estados Unidos hasta su llegada a Venezuela en 1810, con el propósito
de participar en los acontecimientos que sacudían a esta colonia hispana; la cuarta y
última etapa comprende su desempeño en las luchas independentistas de la región, en
el contexto de la Primera República de Venezuela, entre 1810 y 1812.
3 A modo de ejemplo puede verse el discurso de Salcedo en ocasión del bicentenario
de la participación de Miranda en Pensacola, publicado en 1981, en Venezuela, por el
Boletín de la Academia Nacional de la Historia.

isleñas y metropolitanas, su responsabilidad como edecán del capitán general
de la isla, el vínculo con la alta jerarquía militar, económica y política
de Cuba y otros territorios caribeños, y el proceso que le siguió la Inquisición.
Estos autores, aunque realizan valiosas aportaciones, no analizan con
suficiencia la temática en cuestión, debido a múltiples causas, entre las
que destacan el no ser parte de los objetivos de sus investigaciones, no
haber dispuesto de la suficiente información o debido a carencias metodológicas
en sus análisis.
Ante esta situación y con el propósito de aportar a la comprensión de
la trayectoria política de una de las figuras más importantes del proceso
independentista hispanoamericano, el presente estudio se propone valorar
los factores que incidieron en el pensamiento de Francisco de Miranda
durante su estancia en Cuba, que lo condujeron a iniciar un proceso de
ruptura con el ejército y el gobierno español.
Para satisfacer este propósito, se analizan los antecedentes relacionados
con su desempeño en África y Europa, entre 1771 y 1780. Del siguiente
trienio, se abordan las actividades que realizó como oficial del ejército
español, en Cuba, otros territorios del Caribe y Norteamérica. Asimismo,
la continuidad de su preparación intelectual, la consolidación de sus relaciones
sociales, así como sus discrepancias con personalidades que representaban
los más altos poderes militares, civiles y eclesiásticos del Caribe
insular y la metrópoli hispana.
La valoración del conjunto de estos factores devela las contradicciones
que incidieron en el pensamiento de Miranda y que lo condujeron a
iniciar un proceso de ruptura con el gobierno español. En un sentido más
profundo, permiten comprender el proceso de maduración de su ideario
político, que apenas seis meses después de su salida de Cuba alcanzaría un
peldaño superior al expresar sus primeras ideas sobre la independencia
de Hispanoamérica.

Una retrospectiva necesaria: Europa y África
Antes de la llegada de Francisco de Miranda a Cuba, durante su estancia
en la península ibérica y en el norte de África, entre 1771 y 1780, varios
factores favorecieron la ampliación de su pensamiento político, militar y
cultural.
En primer orden, se encuentra su conocimiento de diversos sitios de
Europa y África. Luego de su incorporación al Regimiento de la Princesa
con los grados de capitán, Miranda participó en la defensa del enclave
militar y comercial español en Melilla, al norte de África, y prestó servicios
de guarnición en las ciudades españolas de Málaga, Cádiz y Madrid.
También en este periodo, pero en virtud de una invitación personal, entre
fines de 1775 y los primeros meses del siguiente año, visitó el Peñón de
Gibraltar, en manos inglesas desde 1713. Esta breve estancia constituyó su
primer contacto directo con la cultura británica y presumiblemente fue el
escenario donde conoció al acaudalado comerciante inglés John Turnbull,
quien llegó a ser uno de sus colaboradores más cercanos y principal sostén
financiero.
Un segundo factor a tener presente es su acelerado crecimiento cultural,
unido a la aparición de las graves adversidades que ello le acarreó,
sobre todo las venidas del Santo Oficio.
Su dominio de lenguas extranjeras, así como del latín, posibilitó acercarse
a las obras de importantes intelectuales clásicos y contemporáneos,
a pesar de que con ello transgredía las fuertes prohibiciones del régimen
eclesiástico y estatal español. Fruto de esta vocación nació su propia colección
bibliográfica, que a su salida para el Caribe en 1780 ya alcanzaba los 625
libros. En ella se encontraban casi todas las obras representativas del pensamiento
más avanzado de la Europa decimonónica, e incluía temas de filosofía,
política, estrategia militar, economía, artes, historia y literatura general.
Entre las obras más controvertidas, por representar un cuestionamiento
al pensamiento tradicional y sus valores fundamentales,4 estaban:
4 Por ejemplo, entre los libros coleccionados por Miranda se encontraban El espíritu de
las leyes, de Montesquieu, prohibido por la Inquisición en 1762; las obras completas
Brevísima relación de la destrucción de las Indias, del Padre Las Casas;
Cartas sobre los libre pensadores, del gobierno y de la naturaleza humana,
de John Locke; Investigaciones filosóficas sobre los americanos,
de De Pauw; e Historia filosófica y política del establecimiento y del comercio
de los europeos en las dos Indias, del Abate francés Guillaume
Thomas François Raynal. También sobresalían los libros de David Hume,
William Burke y otros autores (Uslar 1966).
Estos y otros textos fueron intercambiados con otros oficiales que
compartían sus mismas inquietudes y con quienes tuvo la oportunidad
de intercambiar sus criterios. Entre éstos se encontró el peruano Manuel
Villalta y un oficial francés de apellido Mertens.
Con Villalta sostuvo conversaciones de fuertes críticas a la fe y las
prácticas católicas de los ámbitos hispanos. De estos intercambios se conoció
en el juicio seguido por la Inquisición contra el peruano, cuando
uno de los testigos, de nombre Luis Carrera y también capitán del Regimiento
de la Princesa, aseguró que “en Cádiz, en su mismo cuarto y
ante Francisco de Miranda, hablando con Don Pedro Rodríguez, Capitán
de Saboya, diciendo éste de un sujeto de Madrid que era tan sabio y que de
religión ninguna, respondió el reo (Villalta) que ya ningún hombre sabio
tenía religión” (García 1961: 431).
En consecuencia con este trasgresor proceder, desde la segunda mitad
de la década de 1770, el Tribunal de la Inquisición en Sevilla le abrió
una causa a Francisco de Miranda por los “delitos de proposiciones, retención
de libros prohibidos y pinturas obscenas” (García 1961: 443).

Otro aspecto importante fueron las desavenencias que enfrentaron a
Francisco de Miranda con algunos de los representantes del ejército hispano.
Las más trascendentes fueron la sostenida con quien fuera temporalmente
su jefe, el coronel Juan Roca, y la entablada con el inspector general
del ejército, Alejandro O’Reilly. Además, en esta etapa Miranda sobresalió
por su empeño de alcanzar condecoraciones, ascensos y traslados a posiciones
militares de mayor relevancia. Una postura que a pesar de ser
presentada como una vía para incrementar su contribución al ejército y al
rey, no estaba exenta de un elevado interés personal.5
Un aspecto interesante de la presencia de Miranda en la expedición
que envió España en 1780 para enfrentar a Inglaterra en el Caribe y Norteamérica
es el paradójico hecho de formar parte de una fuerza militar
destinada a apoyar unas colonias para independizarse de su metrópoli.
Si nos atenemos a sus escritos personales, en ese momento Miranda
no advirtió esta paradoja. Sus referencias a este hecho son muy posteriores
e indirectas. Una muy breve se encuentra en la Representación
que dirigió al rey en 1785, mientras la segunda se realizó en 1810 y por
conducto de José María Antepara, con quien el venezolano colaboró en la
elaboración de la obra South American Emancipation.En resumen, si alrededor del joven oficial venezolano se fue conformando
un desfavorable ambiente que lo acompañó hasta Cuba y el
Caribe, los documentos que se conservan en su archivo, como sus cartas,
diarios, esquelas, etcétera, señalan que en el campo político aún estaba
identificado con su condición de americano español. O sea, algunas de
sus conductas personales eran discordantes con el régimen hispano y pudieron
haber presagiado la aparición de serias dificultades en su carrera
profesional, pero no permitían asegurar que en el futuro inmediato se
romperían los fuertes lazos que lo vinculaban a su metrópoli

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